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La esposa de Nicolas Sarkozy rompió con los esquemas de sus antecesoras: se burla del protocolo, reta al establecimiento y ejerce una poderosa influencia en la política de su marido, quien no puede vivir sin ella. La adicción del Presidente francés Cécilia Sarkozy La familia presidencial el día de la posesión de Sarkozy en mayo de este año. Jean y Pierre, en los extremos, son hijos del primer matrimonio del mandatario. Judith y Jeanne-Marie, son hijas del primer enlace de Cécilia mientras que el pequeño Louis es el único hijo de la pareja. Francia está tan sorprendida con la esposa del Presidente, que ella se ha convertido en un fenómeno mediático sin precedentes. En 2005, cuando Paris Match ventiló en portada su aventura con Richard Attias, por quien había dejado al entonces candidato, la revista vendió 500 mil ejemplares. Hace poco, la revista Gala la volvió a tener en primera plana bajo el título ‘Cécilia la insumisa’ y se agotaron sus 470 mil ejemplares. Madame Sarkozy está confirmando los pronósticos de que no sería una Primera Dama convencional. Cécilia es poderosa en Francia porque para Nicolas Sarkozy ella es una adicción. “De su presencia depende el estado psicológico del Presidente y si él atrapa un resfriado del corazón, el país estornuda”, dijo el periodista Christopher Barbier, del semanario L’Express. La dependencia contagia al poder, de manera que hay que contar con el afecto de esta señora inteligente y sagaz para estar en el gabinete. Por igual, es la autora de la desgracia de carreras políticas como la de Brice Hortefeux, el mejor amigo de Sarkozy, a quien ella sacó del camino para apoyar a su amiga Rachida Dati, la ministra de Justicia. 36 jet-set OCTUBRE 10 dE 2007 Del humor de Cécilia depende también la buena marcha del protocolo, frente al cual se rebela cada vez que su obsesión por la libertad se lo dicta. Por eso no acudió a las urnas en la segunda vuelta electoral que le dio el triunfo a su marido. Ya como Primera Dama, dejó plantados a los mandatarios más poderosos del mundo y a sus esposas en la reunión del G8 en Alemania, tras una breve aparición. Después, arguyó estar enferma para no ir con su esposo a la reunión con el presidente George W. Bush en Estados Unidos. Según Barbier, es una mujer con garra política que pretende que las instituciones se adapten a ella y no lo contrario. Le gusta imponer su estilo propio y ha ido moldeando su papel en el día a día, porque además es impredecible. Así, de repente, los franceses la vieron partir a Libia como emisaria de su esposo para tratar con Mohamar Kadafi, el controvertido caudillo de ese país, la liberación de un grupo de enfermeras búlgaras que llevaban varios años presas acusadas de infectar con el virus del sida a más de 400 niños. Aunque las negociaciones venían de tiempo atrás, Cécilia fue la única capaz de persuadir al líder, quien es famoso por su intransigencia.

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