Jet-Set Edición 144 - (Page 66)

Carolina Castro De tú a tú con Jean Paul Gaultier Con la película El diablo se viste de Prada quedó el sabor amargo de que el mundo de la moda es un infierno de envidias, de dura competencia y estrés. Pero la colombiana Carolina Castro se encontró con algo diferente en la casa de Gaultier. Hace menos de tres años, la modelo Carolina Castro le insinuó a Ruby, su mamá, y a su hermana, la ex señorita Colombia Tatiana Castro, que estaba dispuesta a retirarse de las pasarelas europeas. El tímido anuncio, poco o nada tenía que ver con las cosas de la edad o con esa extraña crisis de vida que suele agobiar a algunas bellas. En esos días, al igual que hoy, Carolina deslumbraba con su talla cuatro y por unos cuantos centímetros se acercaba al idealismo perfecto de los 9060-90. Pero aunque todo iba bien en su parte física y no tenía ninguno de esos complejos que se crean frente al espejo, algo no funcionaba en su envidiable existencia. Su crisis se resolvió cuando aquellos primeros azotes de la madurez, que la impulsaron a un cambio de rutina, la llevaron a una vieja edificación ubicada en la apacible Avenida San Martin, un exclusivo sector de París en el que sólo las divas y millonarias aterrizan sin piedad: con chequeras, tarjetas de crédito, guardaespaldas y limosinas. Carolina dirigió la mirada al piso séptimo del viejo atelier, con la esperanza de ver por la ventana al monsieur Jean Paul Gaultier, el genio, otro loco de la moda, el que pone en shock a las sociedades más puritanas… 66 jet-set Mayo 7 de 2008 el que hacía despertar la diablilla de dentro de Anne Wintour, la temida y terrorífica directora de Vogue en Nueva York. Allí, en la sede Gaultier, una de las nueve Casas de moda del mundo entero, le ofrecieron trabajo. Se convirtió en una modelo de tallaje entre bocetos y figurines del equipo creativo. Pasó, además, días y días en medio de los dedales, canutillos y piedras semipreciosas del grupo de bordadoras, conocidas no sólo por sus manos de seda, sino por su excesiva locuacidad y por hacerle eco a los chismes de la prensa rosa más rouge. Los meses pasaron y la joven colombiana dividió la rutina de los días entre la Avenue San Martin, el vecindario del Panteón y los jardines de Luxemburgo de la Ciudad Luz, donde vive con su esposo. Hasta que por fin llegó el golpe de gracia que la alejaría de una vez por todas de las largas pasarelas. Carolina entró a reforzar el equipo de relaciones públicas y comunicaciones de una de las marcas con más prestigio en el competido mundo de la Alta Costura. No en vano, acababa de recibir el diploma de mercadeo y comunicación de moda en la Academia Esmode francesa.

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Carolina Castro, de tú a tú con Jean Paul Gaultier
Manuel H. 70 años de memoria fotográfica
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La pelea por los millones de Gianni Agnelli
Álbum de fotos
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Maternidad in vitro
Embarazos famosos
Festival Vallenato
Sociales
Guía de compras
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