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aplicada. Como resultado, Lowell se
estableció como uno de los principa-
les centros de fabricación del mundo.
Todo esto ocurrió solo gracias al uso
de potencia mecánica. La turbina Fran-
cis todavía está en uso en plantas hi-
droeléctricas en todo el mundo.

El principal inconveniente del pla-
no Evershed fue el costo de excavar
la roca subterránea. En un intento por
reducir los costos, el número de pozos
con ruedas hidráulicas se redujo en
distintas ocasiones. La figura 4 mues-
tra una de estas versiones. La entrada

figura 2. Un mapa de 1949 de las Cataratas del Niágara, Nueva York. (Fuente:
Sondeo geológico estadounidense).

al canal se muestra en el punto H, cer-
ca de Connor's Island. La figura 5 es
una sección vertical que muestra los
pozos con ruedas hidráulicas y el túnel
de escape que eliminaría el agua utili-
zada. En todas sus versiones, el plano
Evershed era el de un esquema descen-
tralizado de generación de energía, tí-
pico de la época.
Debido al alto costo de la excava-
ción, los funcionarios de Cataract se
mostraron reacios a seguir adelante con
el plano Evershed en cualquiera de sus
formas. También consideraron que los
arrendatarios locales de la compañía
eléctrica no serían lo suficientemen-
te numerosos como para rentabilizar
la empresa. Después de todo, estaban
analizando un total de más de 100,000
hp, una cantidad no desarrollada pre-
viamente en ningún sitio. En general,
se acordó que, para ser rentable, la
energía desarrollada en las Cataratas
del Niágara tendría que transmitirse a
Buffalo, Nueva York, a 20 millas de
distancia. Y para complicar las cosas,
no era una conclusión ya establecida
que el medio de transmisión debería
ser la electricidad.

Edward Dean Adams

figura 3. Un plano temprano de Evershed. (Fuente: E.D. Adams, Niagara Power,
vol. 2. Cataratas del Niágara, Nueva York: Niagara Falls Power Co., 1927, pág. 10.)
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Uno de los funcionarios de Cataract
era un abogado de Nueva York llamado
William Rankine. Rankine era socio de
J.P. Morgan, el rico financista de Nue-
va York. Se acercó a Morgan para ob-
tener apoyo financiero, pero Morgan se
mostró dudoso. Morgan consideró que
no podía confiar en ninguna de las per-
sonas que estaban a cargo de Cataract
Construction Company. Finalmente, le
dijo a Rankine que si lograban conven-
cer a Edward Dean Adams de dirigir la
empresa, Morgan la respaldaría.
Adams era el negociador comercial
más exitoso de Morgan, y pronto lle-
gó a la conclusión de que se necesitaba
más información antes de comprome-
terse. Le pidió a Coleman Sellers, un
destacado ingeniero mecánico, su opi-
nión. El 17 de diciembre de 1889, Se-
llers viajó a las Cataratas del Niágara
y posteriormente le envió un informe
a Adams en el cual se detallaban los
costos y las modificaciones sugeridas.
julio/agosto 2020
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