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rápida para electrificar el segmento de mercado. El estudio
determinó en dónde se debían ubicar los cargadores, cuántos
se necesitaban y cuál era el tamaño óptimo. Fue muy oportuno
ya que las empresas de transporte compartido Uber y
Lyft anunciaron sus intenciones de electrificar sus flotas
para 2030. También hay beneficios adicionales de electrificar
este mercado que van más allá del aire limpio y la descarbonización.
Las ciudades pueden empujar a los mercados
hacia áreas que actualmente no reciben servicio adecuado al
ubicar estaciones de carga rápida cerca de esas áreas. Idealmente,
aumentar los incentivos para que los vehículos viajen
hacia esas zonas puede ocasionar más oportunidades para
que todos los habitantes aprovechen los nuevos modos de
transporte emergentes.
Cómo medir los beneficios
La promesa de estas tecnologías debe ser tangible para que
se adopten y se pongan en servicio. Los proyectos, individuales
y conjuntos, tienen una amplia variedad de impactos,
desde mejoras técnicas a la red hasta beneficios de resiliencia,
impacto social y efectos ambientales. Requieren,
entonces, una miríada de técnicas para evaluar y capturar
la amplitud de estos valores. Como parte del Proyecto de
la Microrred de Bronzeville, se hizo un compromiso para
desarrollar una metodología de análisis de costo-beneficio
para aprovechar los datos de docenas de métricas que
combinan los impactos sociales, económicos, ambientales y
técnicos de los proyectos. En 2020, ComEd lanzó una metodología
y datos iniciales, que se suplementarán una vez que
complete la microrred.
Estos datos consideran las capacidades técnicas, como
la capacidad de la microrred de mejorar la confiabilidad y
resiliencia, mantener la frecuencia y la tensión dentro de la
huella, integrar fuentes de energía distribuida como la energía
solar FV, y permitir que estas fuentes de energía distribuida
brinden servicios auxiliares y apoyen las operaciones
de arranque autógeno. Algunas métricas -como la confiabilidad-
son de uso generalizado, mientras que otras, como
la cantidad de capacidad necesaria para dar soporte a los
servicios de arranque en negro, reciben menor consideración
por parte de los servicios públicos de distribución. En una
red que mira al futuro, no obstante, ambos tipos de métricas
son importantes.
Si la medición de los beneficios de estas tecnologías
comienza con la recolección de datos, el siguiente componente
es la valoración de los beneficios que proporcionan
estas métricas. Respecto de la confiabilidad, por ejemplo,
existe una amplia variedad de enfoques en todo el mundo
para cuantificar el valor monetario para los clientes de acortar
o prevenir una interrupción en el servicio. La mayoría
usan formularios de relevamiento de datos, en los que se
pregunta a los clientes cuánto dinero necesitarían recibir
para aceptar una interrupción de una determinada duración,
o cuánto pagarían para evitar una interrupción de esa
duración. Otros enfoques más tentativos intentan capturar el
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verdadero costo de una interrupción, y consideran, por ejemplo,
los costos de mano de obra, materiales, de los daños a
las centrales materiales y físicas, y el costo de operar equipos
de generación de respaldo para clientes comerciales e
industriales. Otros han ido más allá y han intentado cuantificar
el valor del tiempo de ocio residencial.
Valorar la resiliencia es un desafío particularmente difícil
ya que la necesidad de la capacidad de responder a eventos
disruptivos aumenta con la creciente cantidad de importantes
eventos climáticos asociados con el cambio climático,
lo que aumenta la necesidad de inversiones en la red. Si bien
todavía no existe una metodología ampliamente aceptada
para valorar las mejoras en la resiliencia, sí hay una creciente
comprensión de que la resiliencia se debe pensar de distintas
formas de manera simultánea. Hay impactos económicos
que provienen de los efectos directos de una pérdida de
servicio extendida y los efectos indirectos que puede tener
un evento disruptivo sobre las cadenas de suministro. Hay
impactos a la salud pública, por ejemplo, las personas que
no tienen electricidad pueden enfrentarse a problemas como
comida en mal estado que ocasiona diarrea o afecciones respiratorias
por la falta de respiradores, así como los efectos
indirectos porque los socorristas y los hospitales tienen dificultad
para enfrentar la creciente necesidad de los servicios
que brindan.
Una serie de enfoques busca capturar estas distintas
cadenas de valor. Una asociación con el Laboratorio Nacional
Lawrence Berkeley está desarrollando e implementando
la expansión de una Herramienta de la Economía de la Interrupción
Eléctrica a la Calculadora de Estimación del Costo
de la Interrupción. Esta asociación integrará datos de relevamiento
de los clientes en el norte de Illinois a un modelo económico
regional a fin de evaluar el impacto económico de un
evento disruptivo, considerando factores directos e indirectos.
Para reconocer los impactos a la salud pública, se está
analizando junto con el Centro Nacional de Preparación ante
Desastres de la Universidad de Columbia las distintas maneras
en la que se pueden manifestar. Un paso clave fue llevar
a cabo un ejercicio de simulación que reunió a socorristas,
partes interesadas de la comunidad, profesionales de los servicios
públicos y académicos con el objetivo de discutir de
qué manera afectaría un evento disruptivo a Bronzeville con
y sin las capacidades de una microrred.
La simulación identificó posibles impactos sociales,
como la creación de puestos de trabajo, la atracción de dólares
de innovación, el aplazo de costos operativos y la participación
residencial. Para cada proyecto que exhibía estos
beneficios, se prestó especial atención a identificar cómo se
pudieron haber manifestado. Evaluar la microrred desde una
perspectiva social incluye los distintos tipos de trabajos que
emergieron, desde conducir un vehículo eléctrico hasta instalar
una batería.
Estos programas no solo ayudan a mitigar los efectos del
cambio climático en todos lados mediante la integración
de tecnologías de generación limpia como la energía solar
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